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La Mestiza de Pizarro de Álvaro Vargas Llosa (Cap 1)

La Mestiza de Pizarro de Álvaro Vargas Llosa (Cap 1) EL CERCO A LIMA (I)

En el valle serrano de Jauja en 1534, nace Francisca, hija del Conquistador Francisco Pizarro y de la princesa inca Inés Huaylas, hermana del inca Atahualpa, luego de bautizarla partió a la costa a mudar la capital, los vecinos de Jauja creían que la tierra fría y estéril de las alturas haría imposible la crianza de sus puercos, sus aves y sus yeguas y secundaron la mudanza al borde del mar.

Ya en Pachacamac, Pizarro le otorgó a su hermano Hernando la numerosa encomienda de Chincha. Despachó a tres de sus hombres con el encargo de encontrar el lugar perfecto para fijar su centro político antes de que sus rivales se adelantaran estableciendo una cabeza de playa en el litoral. Temía en particular a Pedro de Alvarado que había desembarcado en el norte con apetito por los terruños de la gobernación de Pizarro.
Pero Almagro había convencido a Alvarado para que abandonase el Perú, Sebastián Benalcázar se le había adelantado en la toma de Quito y vino hasta Pachacamac para vender a Pizarro su flota y sus hombres. Luego despachó a Almagro al Cuzco para gobernarlo

Sus enviados encontraron el lugar ideal, en el valle vecino de Lima, cerca de la huaca o santuario del dios Rímac, oráculo de los lugareños yungas, había agua y una ingeniería de acequias para conducirla, las guayabas, lúcumas, pacaes y camotales prometían tierras fértiles para sus sementeras, a pesar de la notable aridez de todo el litoral y había leña por todas partes, los palacios de los caciques, sus enterramientos y sus bohíos de adobe no amenazaban los afanes fundacionales de los invasores. Rodeada de cerros y canteras, Lima no hacia temer escasez de piedra, y el puerto permitiría la comunicación con el mundo exterior. Así el 18 de enero de 1535, con el trazo de su espada y cien vecinos dispuestos a todo, estableció la capital en Lima. Pizarro trazó el cuadrilátero de la ciudad, seccionándola como un tablero de ajedrez, cada manzana dividida en cuatro solares, las calles se hicieron anchas, para los caballos y cañones. Pizarro reservó para sí cuatro solares, en los que instaló su casa y el centro neurálgico del poder. Entregó a su hermano Hernando dos solares vecinos al suyo, a su medio hermano Martín de Alcántara cedió un solar y reservó espacio para los futuros conventos de La Merced, Santo Domingo y San Francisco. Con los días, las calles que salían de la plaza fueron adquiriendo personalidad y asumiendo nombres que eran también oficios: los Mercaderes, los Ropavejeros o las Mantas.

En el puerto, organizaron almacenes y bodegas para las mercaderías que prometía el mar. Aquí tenían su vía de escape en caso de ser cercados y posibilidades de avituallarse y rearmarse en caso de que fueran necesarios refuerzos. El mar también era una vía de comunicación con el norte, una ruta más eficiente que el camino de los incas, que zigzagueaba por el interior a través de valles y quebradas.

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