La Mestiza de Pizarro de Álvaro Vargas Llosa (Cap 1)
EL CERCO A LIMA (IV)
A finales de 1535, Lima seguía creciendo, estaba poblada de conquistadores y esclavos negros pero llegaban noticias de desplazamientos de indios desde la sierra central, Pizarro envía a Hernando, su hermano mayor, a poner orden en el Cuzco. Hernando había regresado de España, donde había hecho entrega del quintal exigido por la Corona y negociado la extensión de los dominios de Francisco.
Mientras la ñusta Inés Huaylas susurraba a Francisca las cosas de su mundo, su herencia real y las mitologías del incario feneciente, así como sus costumbres, como el entierro de sus muertos con sus pertenencias porque el alma era una prolongación y no una negación de la vida física. Los indios no eran solo pueblo, compacto y unánime, sino muchos individuos, grupos y facciones en constante rotación de alianzas, de manera que lo que sucedía no era más que una nueva fase de las viejas luchas, y mientras la ñusta siguiera siendo una mujer privilegiada, como lo era al lado de Pizarro, cualquier atisbo de insurrección amenazaba su propia realidad. Otro hijo de Pizarro e Inés nació a fines de 1535 y que colmaba las expectativas de perpetuidad del linaje.
A finales de 1535, Lima seguía creciendo, estaba poblada de conquistadores y esclavos negros pero llegaban noticias de desplazamientos de indios desde la sierra central, Pizarro envía a Hernando, su hermano mayor, a poner orden en el Cuzco. Hernando había regresado de España, donde había hecho entrega del quintal exigido por la Corona y negociado la extensión de los dominios de Francisco.
Mientras la ñusta Inés Huaylas susurraba a Francisca las cosas de su mundo, su herencia real y las mitologías del incario feneciente, así como sus costumbres, como el entierro de sus muertos con sus pertenencias porque el alma era una prolongación y no una negación de la vida física. Los indios no eran solo pueblo, compacto y unánime, sino muchos individuos, grupos y facciones en constante rotación de alianzas, de manera que lo que sucedía no era más que una nueva fase de las viejas luchas, y mientras la ñusta siguiera siendo una mujer privilegiada, como lo era al lado de Pizarro, cualquier atisbo de insurrección amenazaba su propia realidad. Otro hijo de Pizarro e Inés nació a fines de 1535 y que colmaba las expectativas de perpetuidad del linaje.
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